La ansiada espera terminó y Argentina comenzó su aventura mundialista con un empate ante Islandia que deja muchas dudas de cara al futuro. En el estadio del Spartak de Moscú se vio lo que se anunciaba. Dos propuestas bien claras que definieron qué buscaba cada uno.
Para contrarrestar la potencia física y un esquema ultradefensivo de los nórdicos, Sampaoli consideró que la Selección debía jugar con una alineación con poca estatura intentando jugar por abajo y estirar el ancho de la defensa rival con Di Maria y Meza como extremos. A esto se le sumaba la subida de Salvio que improvisaba como lateral-volante derecho buscando darle el factor sorpresa a los ataques albicelestes. Cuando el Kun Agüero logró destrabar el cerrojo que le proponían los europeos con una genialidad, cualquiera hubiese pensado que Argentina encaminaría sin mayores inconvenientes una victoria clave. Sin embargo, en pocos minutos Islandia llegó al empate haciendo evidente la habitual fragilidad defensiva de los sudamericanos. El flojo funcionamiento defensivo, más allá de los nombres, ya forma parte de una dificultad crónica que arrastra la Selección y que parece difícil de enmendar a esta altura. En el otro costado, siempre con Messi como eje principal, los de Sampaoli apostaron por la posesión de la pelota al estilo español pero con una abismal diferencia de velocidad, efectividad y dinámica. Di Maria pocas veces pudo desbordar con eficacia y por ello fue sustituido por Pavón en el complemento, al cual le cometieron un penal mucho más claro que el que terminó fallando Lionel. Fue justamente desde los doce pasos y en los pies de la Pulga donde Argentina tuvo la oportunidad más clara para llevarse los tres puntos. Pero Messi parece no poder gravitar como acostumbra en el Barcelona, convirtiéndose en una mochila cada vez más pesada. El aspecto mental ya es determinante para explicar los por qué de sus rendimientos en un equipo y otro. La excesiva exigencia que recibe cada vez que se calza la camiseta albiceleste es innegable y resulta casi traumática. De todas maneras esta igualdad que deja mucha incertidumbre, también entregó cosas positivas. Argentina fue más y mejor que su rival, sin dudas. Tagliafico, Meza y Pavón mostraron cosas interesantes en su debut mundialista. Mascherano recuperó su despliegue que lo transformó en figura del subcampeón de 2014. Agüero ofreció pinceladas de su calidad como lo hace en la Premier League y Otamendi fue el pilar más seguro de una defensa vacilante. También se deberá rescatar la paciencia y búsqueda constantes para perforar el muro islandés. Sampaoli es de modificar en base al oponente de turno. Seguramente habrá cambios de esquema y de nombres dada las urgencias propias y las fortalezas del próximo rival. Croacia es un contrincante con notoria jerarquía individual y, el próximo jueves en Nizhni Nóvgorod, habrá otra prueba de fuego que con seguridad decidirá gran parte del futuro albiceleste.
Redazione
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